Perro Polar Argentino: Historia y Legado en la Antártida
En las vastas y gélidas extensiones de la Antártida Argentina, una vez caminaron majestuosamente los ejemplares de una raza canina única en su especie: el perro polar argentino.
Estos caninos, concebidos con un propósito definido de servir como herramienta de trabajo en el exigente entorno antártico, se convirtieron en valiosos compañeros para las comunidades y exploradores de la región.
Características y Adaptación al Entorno del Perro Polar Argentino
Las cualidades distintivas del perro polar argentino se basaban en su adaptación al entorno y funcionalidad. Equipados con una capa de grasa adiposa natural y un pelaje de triple capa diseñado específicamente para condiciones climáticas adversas, estos canes podían resistir las gélidas temperaturas antárticas, siendo capaces incluso de soportar récords mundiales de frío extremo.
Además de su resistencia física, destacaban por su tamaño robusto y temperamento dócil, lo que los convertía en activos valiosos para el Ejército Argentino en su misión de exploración y presencia en la Antártida.
Historia y Desaparición del Perro Polar Argentino
El teniente coronel Hernán Pujato fue el visionario detrás de la creación del perro polar argentino, con el objetivo de establecer una herramienta confiable para explorar la Antártida Argentina. Sin embargo, a pesar de su importancia y contribución a las expediciones, la raza se vio abruptamente prohibida como resultado del Tratado Antártico sobre la Protección del Medio Ambiente (TAMPA), que designó a la Antártida como una reserva natural mundial.
Una de las regulaciones específicas del TAMPA prohibía la introducción de especies no autóctonas en la región, lo cual tuvo un impacto directo en el perro polar argentino. Se argumentó que los perros supuestamente transmitían el moquillo a las focas y que depredaban las colonias de pingüinos, además de portar parásitos en su pelaje que podrían alterar el equilibrio ecológico de la Antártida.
Sin embargo, estudios posteriores han demostrado que el moquillo canino no se transmite a las focas ni a ninguna otra especie aparte del lobo Canis lupus. Además, el programa de vacunación de los perros argentinos en la Antártida, implementado entre 1951 y 1994, logró mantener la ausencia de casos de moquillo en las bases argentinas y en otras de diferentes nacionalidades, lo que sugiere que la enfermedad nunca estuvo presente en el continente.
Aunque Argentina expresó su desacuerdo con la expulsión de la raza del continente antártico, finalmente acató la decisión mayoritaria de retirar los perros de las bases en la región.
Argentina optó por retirar a los perros polares en dos etapas. La primera tuvo lugar a finales de 1991, cuando los 22 perros de la Base General San Martín fueron trasladados a un Destacamento de Gendarmería Nacional en Puente del Inca, Mendoza.
La segunda etapa se llevó a cabo posteriormente, trasladando los últimos 13 perros polares argentinos en la Antártida a la ciudad de Ushuaia, en Tierra del Fuego, donde también fueron recibidos por la Gendarmería Nacional.
Legado y Conclusión
Después de décadas de dedicación en la Antártida, la falta de inmunidad natural y la disminución del interés en la raza contribuyeron a su desaparición. Hoy en día, el perro polar argentino vive solo en la memoria y los relatos de aquellos que alguna vez compartieron su compañía en las heladas tierras del sur.
Aunque su historia haya llegado a su fin, el legado del perro polar argentino perdurará como un recordatorio de la valentía y la resistencia de estos nobles animales en uno de los entornos más desafiantes del mundo. Su contribución a la exploración y la preservación del patrimonio argentino en la Antártida nunca será olvidada.
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