Prohibir la cría de perros: impacto económico, histórico y productivo de una prohibición inviable

Prohibir la cría de perros no es una medida neutra ni protectora: es un error económico estructural. La cría responsable sostiene empleo, comercio, servicios profesionales y economías urbanas de cercanía. Este artículo analiza, desde una perspectiva histórica y productiva, cómo la prohibición destruye cadenas económicas, informaliza la actividad y genera más costos sociales y fiscales que la regulación responsable
Introducción: cuando se ignora la economía real
En el debate sobre la prohibición de la cría de perros suele hablarse de ética, bienestar animal o supuesta sobrepoblación.
Lo que casi nunca se analiza —o se minimiza— es el impacto económico real, histórico y actual de eliminar una actividad que sostiene una red productiva amplia, especializada y profundamente integrada en la vida cotidiana.
Prohibir la cría de perros no es una decisión neutra desde el punto de vista económico. Es una medida que afecta de manera directa al empleo, al comercio, a los servicios profesionales, a la economía urbana de cercanía, a la recaudación fiscal y a la capacidad misma del Estado para intervenir con políticas públicas.
Este artículo analiza por qué la prohibición de la cría de perros constituye un error económico estructural, tanto desde una perspectiva histórica como desde la economía contemporánea, y cómo se conecta directamente con:
- el impacto social y sanitario analizado en el Artículo ¿Se puede prohibir la cría de perros? El impacto social y sanitario que nadie está contando,
- el análisis jurídico y constitucional desarrollado en el Artículo ¿Es legal prohibir la cría de perros? Análisis constitucional, civil y comparado de una prohibición inviable,
- y las consecuencias científicas y culturales sobre razas y mestizos explicadas en el Artículo Prohibir la cría de perros: consecuencias científicas y culturales sobre razas y mestizos.
Cuando una política pública falla simultáneamente en todos estos planos, no estamos frente a una solución: estamos frente a una destrucción sistémica.
La economía canina no es moderna: es histórica
Un error frecuente es creer que la economía asociada a los perros es un fenómeno reciente, propio del consumo urbano contemporáneo pero la historia demuestra exactamente lo contrario.
La cría y el intercambio de perros en la Edad Media
Desde la Edad Media, los perros formaron parte de redes económicas organizadas:
- Existían criadores especializados según función: caza, guardia, pastoreo, compañía.
- Los perros eran objeto de intercambio comercial en ferias, puertos y rutas comerciales.
- En muchas regiones de Europa, determinados perros tenían un valor económico comparable al de caballos o aves de cetrería.
Los registros históricos muestran intercambios de perros entre puertos del Mediterráneo, del Atlántico y del Báltico, acompañando flujos comerciales de lana, cereales, vinos, metales y otros bienes.
La cría no era marginal: era parte del sistema productivo.
El perro como herramienta económica y diplomática
Diplomacia, prestigio y apertura de mercados
Durante siglos, regalar un perro fue un acto diplomático de alto valor simbólico y económico:
- Los perros eran obsequios entre casas reales y nobles.
- Representaban confianza, alianza y prestigio.
- Facilitaban relaciones políticas que abrían mercados e intercambios comerciales.
El perro funcionó como facilitador social y económico, un puente entre culturas, territorios y economías.
Eliminar la cría no elimina un “negocio moderno”: elimina una tradición económica histórica profundamente integrada en la construcción social.
De la historia a la actualidad: la cadena económica contemporánea
Hoy, la economía asociada a la cría de perros es mucho más amplia y compleja que el acto de criar en sí mismo.
La cría responsable es una actividad madre, de la que dependen múltiples sectores:
- criadores y criadoras responsables,
- veterinarias y veterinarios,
- personal auxiliar y técnico,
- peluquería canina y estética animal,
- adiestradores, educadores y etólogos,
- transporte especializado,
- hoteles, guarderías y cuidadores,
- comercios, forrajerias y pet shops,
- fabricantes e importadores de correas, collares, comederos, juguetes y cientos de productos específicos,
- fabricantes, exportadores e importadores de alimentos balanceados,
- laboratorios de análisis clínicos,
- laboratorios productores de productos farmacéuticos veterinarios, (exportadores e importadores)
- servicios de registro, trazabilidad y control.
Eliminar la cría no afecta a un sector aislado. Afecta a todo un ecosistema económico interdependiente, como se explica jurídicamente en el Artículo ¿Es legal prohibir la cría de perros? Análisis constitucional, civil y comparado de una prohibición inviable y socialmente en el Artículo ¿Se puede prohibir la cría de perros? El impacto social y sanitario que nadie está contando.
Innovación, desarrollo y pérdida de inversión productiva
La cría responsable no solo sostiene empleo y comercio: también impulsa innovación, desarrollo técnico y mejora continua de estándares productivos.
Veterinaria preventiva, nutrición animal, genética aplicada, bienestar animal, trazabilidad, reproducción asistida, control sanitario y gestión de datos existen y evolucionan porque hay una actividad formal que las demanda.
Cuando la cría se desarrolla dentro del marco legal, el sector invierte, profesionaliza y mejora prácticas. Aparecen nuevas tecnologías, protocolos más eficientes y mejores estándares de bienestar. Cuando se prohíbe, esa inversión desaparece.
La prohibición no solo destruye puestos de trabajo actuales: elimina la posibilidad de desarrollo futuro. Sin actividad formal no hay investigación aplicada, no hay mejora de procesos, no hay innovación local. El país deja de producir conocimiento y pasa a depender de modelos externos, perdiendo autonomía productiva.
Desde una perspectiva económica estratégica, prohibir la cría implica resignar capacidad de desarrollo en un sector donde Argentina ya cuenta con conocimiento, experiencia y valor agregado acumulado durante más de un siglo.
Mercado interno sólido y capacidad exportadora indirecta
Un aspecto económico poco mencionado es que la cría responsable no necesita orientarse a la exportación para generar impacto externo. Un mercado interno sólido, formal y previsible permite que industrias asociadas —como fabricantes de alimentos balanceados, laboratorios veterinarios, insumos, equipamiento y tecnología aplicada— alcancen escala, inviertan, innoven y generen excedentes exportables.
La prohibición de la cría no solo destruye la demanda interna: debilita esa base productiva y elimina la posibilidad de que estas empresas sostengan o amplíen su presencia en mercados internacionales. No se pierde solo actividad local: se pierde competitividad sistémica.
Empleo directo, indirecto e inducido
Desde la economía del trabajo, una prohibición genera tres impactos simultáneos:
- Pérdida de empleo directo: Criadores, personal de criaderos, técnicos especializados.
- Pérdida de empleo indirecto: Veterinarias, comercios, transporte, proveedores.
- Pérdida de empleo inducido: Actividades que dependen del consumo generado por la cadena canina.
Este tipo de destrucción económica no viene acompañada de planes de reconversión, estudios de impacto ni alternativas reales.
Hay un dato clave que suele omitirse:
- Este ecosistema fue creado exclusivamente para los perros.
- No es reconvertible a otra actividad.
Lo que se creó para perros no puede trasladarse a otra especie. La única alternativa real es el cierre de la actividad.
La cría como economía urbana y de cercanía
Este punto es central para comprender el impacto real a nivel municipal.
La cría de perros no es, en la mayoría de los casos, una actividad industrial ni rural. Es una actividad urbana o periurbana, integrada al tejido barrial.
Un criadero —incluso pequeño— gasta su dinero en las veterinarias del barrio, los pet shops locales, los comercios de alimentos balanceados, las ferreterías, albañiles y demás oficios y comercios generales, pero también en el transporte local, y varios servicios profesionales dentro del municipio.
Ese dinero circula en la economía local. No se exporta. No se traslada. No se sustituye.
Por eso, aun en municipios sin grandes industrias, la prohibición afecta directamente al comercio de cercanía, al trabajo independiente y a la recaudación local.
No es macroeconomía abstracta: es economía cotidiana.
La cría como factor multiplicador del consumo y del mercado de mascotas
Se estima que los criaderos en Argentina generan un consumo directo significativo dentro del país para la atención y el mantenimiento de sus animales.
Si bien ese gasto directo es menor en términos relativos frente al tamaño total del mercado de mascotas —que incluye a todos los animales de compañía—, cumple un rol económico clave: actúa como factor multiplicador del consumo futuro.
Tomando únicamente tres rubros comunes en todo el territorio nacional —y dejando fuera muchos otros gastos asociados—, el consumo anual estimado de los criaderos en 2025 alcanza:
- Alimento balanceado: USD 54.431.841,35
- Servicios veterinarios: USD 39.929.439,17
- Insumos veterinarios: USD 18.725.295,41
Total anual estimado (solo criaderos): USD 113.086.575,93
Este dato, por sí solo, ya muestra un impacto económico relevante en la economía local y de cercanía.
Pero lo verdaderamente importante es entender que el criadero no es solo un consumidor final, sino un generador de nuevos consumidores.
Cada pareja reproductiva no “consume una vez”: produce nuevos perros.
Cada cachorro que nace se transforma, durante años, en un nuevo sujeto de consumo continuo: alimento, atención veterinaria, vacunas, desparasitación, accesorios, servicios, transporte, cuidados y productos específicos.
En términos económicos, la cría funciona como un multiplicador estructural del mercado:
a partir de un consumo inicial relativamente acotado, se expande el stock poblacional de perros, y con él el consumo sostenido en el tiempo.
Por eso, aunque el gasto directo de los criaderos sea menor en comparación con el mercado total, sin criadores no hay renovación ni crecimiento de la base de consumidores.
Esto explica por qué, según datos de CAENA, el mercado general de mascotas en Argentina supera los USD 3.200 millones anuales, considerando todas las especies, con una fuerte predominancia del perro como animal de compañía más numeroso.
Ese volumen no surge de manera espontánea: se sostiene porque existe una actividad de cría que renueva y amplía la población canina.
Eliminar la cría no reduce el mercado: lo desorganiza, lo informaliza y, a mediano plazo, lo contrae, afectando a toda la cadena económica, especialmente a la de cercanía.
Impacto territorial y desigualdad económica
El impacto económico de una prohibición no es homogéneo. Afecta con mayor intensidad a municipios pequeños y medianos, donde una sola actividad puede sostener una parte significativa del entramado local.
En muchas localidades, un criadero responsable no es un “sector más”: es un nodo económico. Genera demanda constante para veterinarias, comercios, transporte, oficios, servicios profesionales y proveedores locales.
Cuando esa actividad se elimina, no existe una alternativa equivalente que absorba ese flujo económico.
A diferencia de grandes centros urbanos, los municipios pequeños no cuentan con diversidad de sectores capaces de amortiguar el impacto. La prohibición, en estos casos, acelera el cierre de comercios, la pérdida de empleo independiente y la caída de la recaudación local.
Por eso, aun cuando un municipio crea no tener “industria canina”, la prohibición sí lo afecta: porque daña la economía cotidiana, el comercio barrial y el trabajo local que sostiene la vida comunitaria.
Prohibición y economía informal: el efecto boomerang
Desde la teoría económica, prohibir una actividad con demanda social sostenida no elimina el mercado: lo desplaza.
La experiencia histórica y comparada muestra que las consecuencias dañinas son muchas porque que la demanda de perros no desaparece, la actividad se traslada a la informalidad, el Estado pierde capacidad de control, se pierde recaudación, se pierde trazabilidad sanitaria, y se pierde información estadística.
El resultado es una economía más precaria, más riesgosa y más costosa para el Estado.
Este punto se conecta directamente con el análisis jurídico del Artículo 2: el Estado renuncia a su poder de policía económica y sanitaria.
Economía regulada versus economía prohibida
Desde la economía política, ningún sistema productivo serio elimina actividades lícitas por la existencia de abusos. La experiencia histórica demuestra que los Estados no destruyen sectores: los regulan, los corrigen y los profesionalizan.
La agricultura no se prohibió por el trabajo ilegal, la ganadería no se eliminó por el maltrato, la medicina no se clausuró por la mala praxis. En todos los casos, el camino fue regulación, control y mejora de estándares.
Prohibir la cría de perros no es una decisión económica racional: es el reconocimiento implícito del fracaso de la política pública para regular. La prohibición no resuelve el problema: lo desplaza fuera del sistema, lo vuelve invisible y lo hace más costoso.
Desde este enfoque, prohibir no es proteger la economía ni el bienestar: es abandonar la responsabilidad estatal de ordenar, controlar y mejorar una actividad existente.
Impacto fiscal y pérdida de recaudación
La cría responsable y su cadena asociada generan impuestos directos, impuestos indirectos, tasas municipales, aportes previsionales y consumo formal registrado.
La prohibición implica una sostenida caída de recaudación, un aumento de economía informal, y mayores costos estatales en control, salud pública y litigios.
Desde el punto de vista fiscal, prohibir es más caro que regular.
Economía, bienestar y ciencia: un sistema interconectado
Este artículo no puede leerse de forma aislada:
- Desde lo económico, la prohibición destruye cadenas productivas.
- Desde lo jurídico, es inconstitucional y desproporcionada. Artículo ¿Es legal prohibir la cría de perros? Análisis constitucional, civil y comparado de una prohibición inviable
- Desde lo científico y cultural, empobrece la biodiversidad. Artículo Prohibir la cría de perros: consecuencias científicas y culturales sobre razas y mestizos
- Desde lo social y sanitario, empeora todos los indicadores. Artículo ¿Se puede prohibir la cría de perros? El impacto social y sanitario que nadie está contando
Cuando una política pública fracasa en todos estos planos, no es una política de bienestar: es una política de daño estructural.
Conclusión del impacto económico de una prohibición de la crianza canina
Desde la historia, la economía y la evidencia empírica, la conclusión es clara:
Prohibir la cría de perros no elimina problemas: los desplaza, los agrava y los vuelve invisibles.
La cría responsable no es un residuo del pasado ni un lujo moderno. Es una actividad económica histórica, urbana, de cercanía, culturalmente integrada y socialmente necesaria.
La alternativa no es prohibir. La alternativa, una vez más, es regular con criterios técnicos, científicos, jurídicos y económicos, como se viene demostrando a lo largo de esta serie.
Bibliografía y fuentes consultadas
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Datos sectoriales y mercado de mascotas
- CAENA – Cámara Argentina de Empresas de Nutrición Animal
https://www.caena.org.ar/ - Informes técnicos y publicaciones del sector veterinario:
- Federación Veterinaria Argentina (FeVA): https://feva.org.ar/
- World Small Animal Veterinary Association (WSAVA): https://wsava.org/
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